/ viernes, 2 de septiembre de 2011 /
Un día predestinado sales al mundo. Sí, de ese lugar maravilloso del que no habría que salir nunca. Y entonces comienzan a sucederte esas cosas.
Crecemos. Y no nos damos cuenta de que nadie se cruza en nuestro camino por casualidad, y tú no entras en la vida de nadie sin ninguna razón. Nos ocurren cosas buenas, otras no tan buenas, y otras que... en fin, no encuentro la palabra.
Prestamos atención a cosas sin importancia y nos paramos a pensar demasiado en aquello que es efímero en nuestro camino, cuando verdaderamente NADA es tan importante. Lo que más cerca tenemos es lo que menos valoramos y nos dedicamos a ser soñadores por naturaleza. Ahí es cuando tienes que pararte, sentarte, y reflexionar sobre lo que tienes a tu lado. Pensar si realmente lo estas cuidando como se merece y plantearte que nada es para siempre. Lo hice y se que es lo que tengo junto a mi, y me gusta, me gusta saber que es lo que tengo, que es mio y que puedo disfrutarlo por siempre.






Alguien dijo; "Nunca sabes lo que tienes hasta que lo pierdes". Yo creo que siempre sabemos lo que tenemos, sabemos lo importante que es, pero nunca piensas en perderlo. No lo quiero perder.

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